jueves, 27 de octubre de 2016

B´ak´tun Trece - Legado Maya


E
l Instituto Nacional de Antropología e Historia presenta en el Museo Regional Cuauhnáhuac – Palacio de Cortés: B´ak´tun 13. Legado Maya, exposición fotográfica conformada por 37 imágenes de gran formato sobre la arquitectura, urbanismo, y escritura jeroglífica mayas de las zonas arqueológicas de Yucatán, Campeche, Chiapas, Tabasco y Quintana Roo, captadas en distintas épocas por los fotógrafos Ignacio Guevara, Javier Hinojosa, Jorge Vértiz y Michel Zabé.


Durante más de 25 siglos (1000 a.n.e.-1523 n.e.), el sureste de México y el de Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras, fue testigo de la fundación, auge y abandono de numerosas ciudades habitadas por los mayas. Urbes antiguas como Palenque, Comalcalco, Tikal, Calakmul, Uxmal y Chichén Itzá, son testimonios majestuosos de los logros artísticos, tecnológicos y en diversos campos del conocimiento, alcanzados bajo el patrocinio de sus poderosas dinastías gobernantes. Sus templos, palacios y juegos de pelota fueron profusamente decorados con estuco modelado, pintura mural, estelas y relieves de piedra en los que, por única vez en Mesoamérica, quedaron plasmados, a través de escritura jeroglífica, los principales eventos en la vida de los gobernantes, el devenir de sus deidades y el incesante fluir del tiempo a partir de la fecha de creación del universo.

A través del desciframiento de la escritura maya ha sido posible conocer el extenso conocimiento que tuvieron sobre matemáticas y astronomía, a partir de los cuales fue posible el desarrollo del sistema calendárico. Este último fue el instrumento para calcular acontecimientos importantes así como la voluntad divina que dominaría una fecha determinada. Los pronósticos podían ser interpretados por sacerdotes que mediante ritos propiciatorios trataban de modificar de manera favorable el porvenir. En particular, las profecías asociadas a los fines de periodo han atraído recientemente la atención por la idea errónea de que se predijo el fin del mundo en el 2012.


Los textos jeroglíficos también aportan información sobre la mitología y son fuente sustancial para la reconstrucción del panorama político: identificación de glifos emblema, genealogías, eventos de guerra, alianzas matrimoniales, sacrificio de gobernantes, prisioneros, títulos y cargos de gobierno; asimismo, son indicadores de relaciones de parentesco, así como de subordinación o igualdad.

La escritura formó parte de la cultura aristocrática y sirvió para hacer propaganda política y religiosa. En ella registraron los principales eventos como las referencias al nacimiento de los gobernantes, sus entronizaciones, la designación de herederos, defunciones, rituales de veneración a las deidades o conmemoraciones de fines de periodo, entre otros.


URBANISMO MAYA
La ubicación de los asentamientos, ya sea al pie de la sierra (por ejemplo, Palenque), a la orilla de un río (Yaxchilán) o en medio de una zona sin corrientes superficiales de agua (Uxmal o Chichen Itzá), propició la construcción de numerosas obras de infraestructura para el funcionamiento de los edificios y el abastecimiento de agua.


Existen obras públicas como los acueductos de Palenque, las terrazas de nivelación características de sitios como Yaxchilán, Bonampak y Toniná, la creación de la aguada central que proveía de agua al núcleo urbano de Kohunlich o los chultunes del norte de Yucatán, depósitos hechos para almacenar el agua de lluvia. Otra obra de gran importancia fue la red de caminos (sacbeo’ob) que los mayas construyeron para comunicar grupos arquitectónicos dentro de las ciudades e incluso entre las urbes mayas, como aquel que une Cobá y Yaxuná, con una extensión de 100 km.

Estas obras involucran un conocimiento especializado del medio ambiente y en consecuencia de los materiales constructivos seleccionados, para los cuales desarrollaron complejas técnicas de construcción. Otro considerable esfuerzo se requería para el mantenimiento de las ciudades y edificios ante las inclemencias del medio ambiente.

YUCATÁN
Durante la primera mitad del siglo XIX se generó un gran interés por los sitios arqueológicos mayas, gracias a los descubrimientos de John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood. Resultado de sus viajes y estudios, dieron a conocer a occidente los monumentales edificios y esculturas de las antiguas ciudades mayas con la publicación de dos diarios de viaje, ilustrados con dibujos de excelente calidad y realismo. A partir de entonces, comenzaron las expediciones de personajes, entre otros, de Charles E. Brasseur de Bourbourg, Augustus le Plongeon Désiré Charnay, Edward H. Thompson, quien fue el primero en dragar el cenote de Chichén Itzá. Hacia fines del mismo siglo, se llevarían a cabo los importantes estudios de Marshall Saville en Labná y Teobert Maler, quien aporta uno de los mejores registros fotográficos de un gran número de sitios, así como un importante estudio arquitectónico. Dentro de este grupo de investigadores extranjeros se encuentra también el arqueólogo inglés Alfred Maudslay, quien efectuó siete expediciones a Centroamérica, entre las cuales dedicó un periodo a Yucatán y en especial a Chichén Itzá.

En el ámbito nacional, se realizaron investigaciones utilizando la vasta información recuperada por los viajeros y estudiosos extranjeros, así como de los escritos coloniales. Destaca el trabajo del historiador Eligio Ancona y, posterior a él, la obra de Cresencio Carrillo Ancona, obispo de Yucatán, quien además de realizar una de las obras más importantes de la historiografía de Yucatán (Historia Antigua de Yucatán) fue el creador de un museo que reunía importantes manuscritos mayas y objetos arqueológicos.

Después de la Revolución mexicana (1910-1917) las instituciones extranjeras consolidan un liderazgo en el campo de la arqueología maya de Yucatán, con investigaciones intensivas en Chichén Itzá y desarrollando estudios en torno a la escritura jeroglífica, etnografía, lingüística y filología. Eric J. Thompson es uno de los mayistas más sobresalientes, uno de los primeros en conjuntar la investigación etnohistórica con la arqueológica y su publicación de Catalog of Maya Hieroglyphs marcaría un acelerado desarrollo del desciframiento de la escritura maya que continuarían ampliando investigadores como Tatiana Proskouriakoff, Heinrich Berlin y Yuri Knorozov.

En fechas más recientes, se han realizado importantes trabajos tendientes a establecer una secuencia ocupacional en distintas regiones de Yucatán, mediante un control cuidadoso del trabajo de excavación y de un depurado análisis del patrón de asentamiento. Además, se emprenden numerosas exploraciones y restauraciones arquitectónicas en sitios como Uxmal, Kabah, Sayil, Dizibilchatun, Labná, Ek Balam y Chichén Itzá, por parte de especialistas mexicanos.

CAMPECHE
El estado de Campeche ocupa la parte suroeste de la península de Yucatán y se trata de una gran planicie cárstica, es decir, que fue erosionada por el agua, en donde subsisten amplias zonas de selva tropical. La parte sur occidental cuenta con cuerpos de agua como los ríos Candelaria y Champotón y la laguna de Términos entre otros. Más al norte, el agua de lluvia que penetra por filtración al subsuelo y forma un sistema de drenaje subterráneo origina los cenotes (del maya d’zonot), donde afloran las corrientes por las fallas de la capa calcárea. Estos pozos naturales son la base de la vida de la región, y a su alrededor se han instalado los grupos humanos desde épocas prehistóricas. En esta zona se encuentran sitios tan importantes como Edzná, Akanmul y Jaina, mientras que en el sur de Campeche se localizan urbes como Calakmul, Becán, Placeres, Balamkú y Nadzca’an que tuvieron una estrecha relación con otras entidades políticas de la región del Petén guatemalteco.

En particular, la confederación reconocida por el emblema de la Cabeza de Serpiente, cuya capital fue Calakmul, jugó un papel muy importante en el desarrollo de la región desde épocas muy tempranas. Las ciudades cuentan con proyectos arquitectónicos monumentales, con suntuosas cámaras funerarias para los altos dignatarios, edificios con fachadas decoradas con pintura mural así como mascarones y frisos de estuco modelado. Calakmul es el sitio donde se ha registrado el conjunto más numeroso de estelas y en la actualidad forma parte de la mayor reserva mexicana de bosque tropical.

Tras el ocaso de Calakmul en 695 a.n.e., surgieron cambios en la organización política regional que promovieron otras tendencias estilísticas en la arquitectura, el arte y la cerámica que han sido denominadas Río Bec y Chenes presentes en el sur y oriente de Campeche y Puuc en el norte y que se producen entre los siglos VII a IX.

CHIAPAS
En la historia de la arqueología mexicana, Palenque ocupa un lugar destacado al ser el primer sitio en el área maya en ser explorado. Hacia finales del siglo XVIII, José de Estachería, gobernador general de Guatemala, territorio al que pertenecía Palenque en aquel entonces, envió las primeras expediciones para conocer a aquellos que habían construido la extraordinaria ciudad en ruinas, así como para reconstruir su historia y formas de vida.
Durante el siglo XIX numerosos viajeros como Guillermo Dupaix, Jean F. de Waldeck; John L. Stephens y Frederick Catherwood, Désiré Charnay, Alfred P. Maudslay y Teobert Maler, documentan importantes sitios arqueológicos en el estado de Chiapas, despertando con ello el interés académico hacia esos enigmáticos vestigios. A partir de entonces, se han
llevado a cabo numerosos proyectos arqueológicos sobre un variado mosaico cultural comprendido desde los primeros asentamientos agrícolas en la Costa de Chiapas −hacia 1700 a.n.e.− hasta los sitios olmecas, zoques y mayas, quienes a lo largo de varios siglos habitaron este complejo territorio de sinuosos contornos.

Las poblaciones mayas estuvieron asentadas tanto en las tierras altas como el caso de Toniná, Chinkultik y Tenam Puente, mientras que en las tierras bajas destacan aquellas cercanas al río Usumacinta como el caso de Palenque, Yaxchilán y Bonampak, ciudades sobresalientes por su arquitectura, por la rica pintura mural conservada así como por los extraordinarios relieves escultóricos.

QUINTANA ROO
Los mayas de Quintana Roo compartieron una historia y un bagaje cultural común con sus vecinos, pero desarrollaron rasgos propios y vivieron procesos históricos específicos. La franja costera que comprende alrededor de 1000 km al oriente de la Península de Yucatán, fue poblada por numerosos grupos durante el Posclásico Tardío (1200-1550 n.e.) quienes aprovecharon los recursos naturales y las condiciones favorables para el desarrollo de un sistema de comercio con rutas marítimas y terrestres. El intercambio incluía productos locales como la sal, miel, cera, cacao, copal, plumas, pieles y tejidos y se importaban herramientas de piedra como la obsidiana así como jadeíta y metales como oro y cobre. La región se distinguió por el desarrollo de tipos particulares de arquitectura, cerámica y pintura mural y sitios como Tulum-Tankah, Conzumel, Xcaret, Xelhá y El Meco fueron además de centros comerciales, entidades políticas y religiosas importantes.

Desde épocas anteriores algunos asentamientos habían cobrado importancia como el caso de Xelhá, que parece haber sido un puerto importante bajo el control de Cobá (250-900 n.e.) que fue el centro rector del norte de Yucatán. En tanto, en el sur de Quintana Roo, asentamientos como Kohunlich tuvo una larga ocupación, desde el 500 a.n.e. hasta el 1100 n.e., como lo documentan entre otros vestigios el sobresaliente Edificio de los Mascarones del Clásico Temprano. Mientras que Dzibanché  constituyó una capital regional con un papel protagónico en el ambiente político de las Tierras Bajas del sur durante la misma época.

TABASCO
El primer viajero que visitó sitios arqueológicos de Tabasco fue Désiré Charnay. Entre 1880 y 1883 hizo interesantes observaciones como el hecho de notar una diferencia jerárquica entre centros primarios y secundarios como Bellote, Ceiba y Jonuta. En 1925, Frans Blom, en compañía de Oliver La Farge, realiza una expedición auspiciada por la Universidad de Tulane, Nuevo Orleans, en la cual visitan La Venta, Tortuguero, Jonuta, Comalcalco y otros sitios más.
Estas primeras investigaciones −junto con la de Teobert Maler− sirven de soporte al desarrollo actual de la arqueología de Tabasco. En la actualidad se sabe que varios reinos importantes del Clásico maya (250-900 a.n.e.) tuvieron asiento en el oriente del estado de Tabasco, donde los ríos Usumacinta y San Pedro Mártir dieron forma a los ricos suelos donde se asentaron las antiguas comunidades. Sitios como El Arenal, Reforma, Santa Elena, Tortuguero, Pomoná y Tiradero, sobresalen por los vestigios de su arquitectura, escultura e inscripciones.

El desciframiento de los extensos textos escritos señalan las complejas relaciones, a veces hostiles y en otros casos pacíficas, que tuvieron los sitios tabasqueños con los poderosos vecinos de Palenque y Piedras Negras y con sitios más distantes como Toniná, Yaxchilán y Calakmul. La zona del Usumacinta jugó un papel muy importante porque enlazó  las relaciones comerciales y políticas entre la costa del Golfo, el área de Palenque y el Alto Usumacinta, con el corazón de las tierras bajas mayas del sur.

Hacia la parte final del Clásico (600-900 a.n.e.) se fundan centros mayores y menores en el Bajo Usumacinta y toda la cuenca del San Pedro y San Pablo, como sería el caso de Jonuta y Comalcalco. Este último fue una importante cabecera política perteneciente a la esfera palencana y marca el límite occidental del área maya. La ciudad destaca por la monumentalidad de los edificios construidos con ladrillos cocidos y tierra, materiales que sustituyeron la ausencia de rocas en la llanura de aluvión.
Aunque Comalcalco logró prolongar su esplendor unos siglos después del gran derrumbe de los centros del Altiplano y de las tierras bajas, finalmente también sufrió las consecuencias del desajuste del periodo y fue abandonado. La caída de este y otros sitios de la costa pudo ser consecuencia de la presencia de grupos del centro de México quienes llegan a la planicie de Tabasco donde encuentran un comercio floreciente y una agricultura próspera especializada en la producción de cacao.







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